sábado, 14 de junio de 2008

Algo pasa en Las Vegas



Una película que podría haber sido mucho más, si sólo se hubiera seguido la evolución natural de la relación de la pareja de esta historia...

Curiosamente, anoche decidí ver una producto pura y verdadermente made in Hollywood y he de reconocer que a parte de los esterotipos que abundan en esta clase de americanadas horteras y videocliperas, pasé un rato divertido viendo a la gamberra de Cameron Díaz y al ramplón de Aston Kutcher. El ritmo dinámico del guión acaba con los momentos superfluos y aburridos del comienzo y despierta cierto interés por la evolución del enredo.
A parte del vomitivo final feliz, esta película podría haberse salvado cambiando algunos clichés característicos de filmes comerciales yankis. La originalidad del planteamiento y la construcción de situaciones apropiadamente singurales conectan con la juventud de la sociedad actual. La presentación de una mujer todoterreno de la gran ciudad -un tiburón de los negocios y de casi todos campos- y de un malcriado sinvergüenza, atrapados por lo que su familia, su trabajo y sus parejas esperan de ellos, dota de un trasfondo mínimamente trascedental a la trama, más explotado hacia el final del largometraje aunque no brillantemente resuelto.
Asimismo, aporta un respiro a la comedia romántica que últimamente inunda nuestras carteleras: un cúmulo de parodias románticas chorras sobre los mil refritos posibles donde se pueden combinar las palabras 'novio/a' y 'boda'.
Circunstancias desternillantes y golpes de humor cotidianos pero bastante bien aprovechados (como el momento en que Díaz reitera hasta la exasperación cómo se sube y se baja la tapa de un inodoro, las sesiones con la terapeuta matrimonial o los intentos de ambos cónyugues por quedarse con los 3 millones de dólares) detentan cierta agudeza humorística, sin necesidad de recurrir a gracias groseras ni manidas.
Instantes de enternecimiento soso y artificial estropean un final y confirman la razón por la que esta comedia pasará a formar parte del saco de los productos comerciales de Hollywood y no de las películas reseñables de la historia del cine.

domingo, 8 de junio de 2008

Moverse a lo desconocido

No te muevas...

Atrapada en un círculo vicioso por un amor atormentado, la única salida que le queda a Italia es una escapada de aquello que la nutre y la destruye. A veces no existe otra salida y la voluntad de cambiar las cosas es lo único que nos puede salvar.

Un film duro y tierno al mismo tiempo, que presenta sin tapujos, e incluso, con cierto cinismo, las pasiones humanas de hasta los más pulcros y respetables doctores. Un cirujano, en las carnes del atractivo Sergio Castellito que puede llegar a ser más rastrero que la más triste y desharrapada mendicante.

Una historia de amor sin razón ni sentido. Casi absurda en su desarrollo, pero precisamente por eso, totalmente verosímil. Un guión brillante sobre una encrucijada de pasiones perfectamente montada, que convierte este drama en una plataforma boyante para el lucimiento de Castellito y para el reconocimiento, sin lugar a dudas, de la labor interpretativa de Penélope Cruz.

El amor y el sufrimiento como protagonistas de un film desgarrador que despunta por su auntenticidad. Dos pasiones que se retroalimentan, cuyo resultado no es otro que la más dulce destrucción... ¿Podemos resistirnos a un amor letal sin morir en el intento?




Al igual que no perdemos la esperanza en la vida ni en las personas, tampoco lo hagamos en el destino.

viernes, 6 de junio de 2008

No country for old men

La aridez paisajística que desborda cada plano del último y curtido largometraje de los hermanos Coen es una de las consignas de este obsoleto western concebido para desencajar intencionadamente en el contemporáneo siglo XX. Una decadencia anacrónica, representada por un magnífico Tommy-Lee Jones y transmitida con una comicidad trágica subyacente, reafirman una vez más el usual humor negro que caracteriza a esta pareja cineastas.
Una historia base, compuesta por sencillos conflictos, se construye con escenas memorables, gracias a la experimentada realización y capacidad visual que estos directores despliegan en su escenario favorito: el antiguo y despiadado Oeste, recalcitrado en la agonía de su desaparición ante la modernidad.
En este último legado de los Coen, somos testigos del último eslabón de una estructura circular, que regresa a sus primeros trabajos, como Sangre Fácil (1983). Un ejercicio de estilo, donde la radicalización de sus habituales fórmulas de realización (simplificación de los planos, inteligente utilización de las elipsis y un guión pulido al máximo), desembocan hacia una vertiente más madura y hierática, a la vez que juegan con un escenario seco y hostil de la Texas de los 80, como pretendida metáfora.
La novedad de esta última obra es la inusualmente seria y preponderante trama – factor que ha podido provocar el retracto de muchos de sus más fieles seguidores-, que, por una vez, está por encima del protagonismo de su tono sardónico.
El resultado final es un film caracterizado por la sobriedad y síntesis de su historia, que guarda más parecido a otras obras menores de otros directores menos carismáticos, y la alejan de su característico corte de identidad coeniano; conjugado inesperadamente por una tímida incursión en un talante nostálgico y decadente que deposita toda su virtud en la ejecución del guión.



Unos intérpretes más que solventes completan este cuadro fílmico, sintiendo casi más preferencia por un campechano Josh Brolin que por el aquí hermético Javier Bardem. Con un cosechado Oscar a la mejor película, podríamos concluir que este film no ofrece el menor desmerecimiento frente a sus oponentes, aunque no alcanza el rango de obra maestra y se queda simplemente en una gran propuesta.