miércoles, 5 de mayo de 2010

Nadie es profeta en su tierra...

¿Se puede ser un profeta dentro de una cárcel? Literalmente, puede resultarte muy difícil, pero en sentido figurado, sí. Desde los estratos más bajos de la jerarquía social, contemplamos la ascensión y la transformación de un ingenuo chaval de 19 años, sin familia, sin amigos, sin ni siquiera un identidad clara en un líder. La soberbia conversión de la que somos testigos con la interpretación del novel Tahar Rahim hace totalmente creíble y absorbente esta historia de la lucha por la vida.

El film también deja hueco para la poesía y el surrealismo...

Como aquel viejo clásico de Pío Baroja, el protagonista entra desde el principio de una forma más que descarnada en las crudas luchas internas del mundo de la cárcel. Esta introducción en esta selva de barrotes y el desarrollo de las escenas hiladas por el director francés Jacques Audiard mantienen un ritmo trepidante que impide distraer los ojos de la pantalla. El espectador puede llegar a sufrir en sus carnes la violenta coacción y el dolor al que es sometido -como en la inmersión de un recién nacido a la vida- el personaje principal, así como su posterior promoción en el escalafón social dentro de la mafia corsa y del mundo de la droga.

El largometraje evoluciona a través de una narración sobria y seria, pero que encaja adecuadamente toques inesperados de humor desternillantemente negro. Una película genialmente estructurada y con una progresión ajustada para un público ávido, inteligente y despierto. Audiard decide prescindir de efectismos y demuestra que no le hace falta recurrir a sensacionalismos para emocionar, enganchar y captar al televidente. Un profeta intenta plasmar con la mayor veracidad una jungla de hierro del siglo XXI, paralela, desconocida en un escenario excitante y apropiado para reflejar grandes dramas de nuestra sociedad actual.

Puede que tras dos horas de metraje la película, la incertidumbre pueda invadir al espectador al no preverse aún un final, pues tarda en verse llegar y más de uno se puede perder en la sucesión de tramas paralelas y líneas de acción por la que se mueve el protagonista. No esperemos que Audiard nos sirva en bandeja una resolución mascada, puesto que deja una tácita reflexión con un final cuanto menos espectacular: Malik El Djebena caminando tranquilamente con una taimada procesión de coches detrás... ¿Te atreves con un largo europeo y en V.O.?