miércoles, 12 de septiembre de 2007

Hoy atardeció

Embriagada de pasión, me he apresurado a ver la segunda parte de Antes del amanecer en el videoclub más cercano que he encontrado. He de decir que no me imaginaba cómo podrían desarrollar una segunda parte sin "cagarla" demasiado (ya se sabe eso de que las segundas partes nunca fueron buenas...). Sin embargo, esta secuela me ha sorprendido. Unos protagonistas más maduros e irónicos que siguen conservando la química que un principio les hizo perder la cabeza.

Con un enfoque mucho más realista, nos volvemos a encaramar en la sucesión de diálogos por los que transcurre la historia, a reír y naufragar con la pareja protagonista, aunque no obstante, percibiendo un toque más agridulce que en su parte predecesora. Con el tiempo a contrarreloj, los personajes vuelven a enfrentar sus sentimientos, siguiendo una nueva coherencia argumental. La sinceridad y el análisis de episodios personales vuelven a ser bazas importantes en el desarrollo del reencuentro. Otro escenario más actual, una Julie Delphy con unas cualidades más agudizadas y una nueva y agradable elegancia sentimental a la hora de estremecernos con una canción tocada y sacada de la propia cosecha de la Delphy.

Aunque se intente ocultar bajo la máscara del desengaño y la experiencia. Antes del atardecer sigue cayendo inevitablemente en el idealismo del amor, conservando concienzudamente vivo su espíritu hasta el final. Un final incluso más expectante que el del principio, que consigue dejarnos sin aliento una vez más.




"Ey, boy, your gonna miss your plane"

Ayer amaneció

Jodidamente idealista. Ahora después de disculparme por el taco, acepto que no he podido reprimir el adjetivo que define esta película. Vale que todos pensemos en el amor verdadero, su existencia, sus metáforas y todas esas cosas, vale que exista un 0,1% de posibilidades de encontrar a tu media naranja y a partir de una conversación casual en un tren, pasar un día juntos en París y enamorarse hasta la médula... Antes del amanecer cumple todos esos requisitos y supera todos los límites de la ingenuidad. Admito la posibilidad con escepticismo y denotado entusiasmo y a partir de aquí prosigo con el resto de la crítica.

En primer lugar, he de resaltar su originalidad: una historia que confiere gran importancia argumental al desarrollo de unos diálogos desenfadados, honestos y sin complejos con los que pasas una hora y media como pez en el agua, navegando en la química que trasmiten las miradas de Ethan Hawke y Julie Delphy. Una historia que no necesita violencia, sexo, drogas ni acción para llegarte a las entrañas. Más bien te hace poner los pies en el suelo, sin necesidad de recurrir a episodios dramáticos concienciadores ni exagerados. Presenta una sincera radiografía de las relaciones y declara los miedos e inseguridades más comunes que a todos nos azotan en algún momento de nuestra vida sentimental.


El incipiente romance parece una mera excusa para liberar una serie de discursos y episodios que hacen reflexionar y profundizar a los personajes en la verdadera naturaleza del comportamiento en sus respectivas acciones. La exposición de cómo funciona una relación sincera, sin tapujos y la superación de las crisis empezando por la aceptación de los propios errores. Una verdadera lección rematada con un apasionado broche final que mantiene en el aire ese espíritu idealizante que embarga desde el principio al fin todo el largometraje.

Sin duda, no se puede dejar de creer en el amor.

Aunque solo vivas de la voluntad de intentarlo.