domingo, 27 de abril de 2008

¿Me querrías aunque dejase de ser bella?

- ¿Sabes que las mujeres guapas son invisibles?
- ¿Por qué?
- Porque son tan guapas que nunca llegas a ver cómo son realmente...



El arrollador paisaje poético que desprende Coixet en cada segundo de cada fotograma convierte Elegía en un grandioso melodrama, del que se podría prescindir de algunas escenas, pero cuya belleza sentimental manifestada a través de un magnífico paisaje tanto humano como natural, consienten que esta realizadora se permita excederse en todo su torrente imaginario.
Una delicada flor desplegada con el cuerpo de Penélope Cruz reacciona, víctima de una fuerza superior irremediable, junto con el también atrapado y sabio profesor de Artes Literarias, Kepesh, rindiéndose a la ímpetu incomprensible que es el amor.
La sabia mirada de la poco prolífica Isabel Coixet, nos pone ante la mesa verdades como templos con un guión de oro, del cual, aunque se sobrepase en algunos minutos de metraje, nos hace sentir que cada uno de ellos es absolutmente necesario, deleitándonos con sus inmejorables y nada desperdiciables escenas.
Un film que entraña más humor con respecto a la magistral La vida secreta de las palabras, pero que no nos enseña nada nuevo ni mejor, y se queda sin alcanzar un peldaño superior en su filmografía, pese a la mayor talla comercial de su conjunto.
Un preciosismo callado y visual, cuya hondura prevalece respecto a la historia, la cual se utiliza como pretexto para desencadenar un entramado de conflictos y dramas existenciales, como el desamor y la vejez.
Una elegía a la pérdida de la belleza del cuerpo y a la gloria emocional del amor. Un lamento por todos aquellos momentos irrepetibles perdidos, cuyo nombre genuino podría catalogarse en nostalgia.