viernes, 6 de junio de 2008

No country for old men

La aridez paisajística que desborda cada plano del último y curtido largometraje de los hermanos Coen es una de las consignas de este obsoleto western concebido para desencajar intencionadamente en el contemporáneo siglo XX. Una decadencia anacrónica, representada por un magnífico Tommy-Lee Jones y transmitida con una comicidad trágica subyacente, reafirman una vez más el usual humor negro que caracteriza a esta pareja cineastas.
Una historia base, compuesta por sencillos conflictos, se construye con escenas memorables, gracias a la experimentada realización y capacidad visual que estos directores despliegan en su escenario favorito: el antiguo y despiadado Oeste, recalcitrado en la agonía de su desaparición ante la modernidad.
En este último legado de los Coen, somos testigos del último eslabón de una estructura circular, que regresa a sus primeros trabajos, como Sangre Fácil (1983). Un ejercicio de estilo, donde la radicalización de sus habituales fórmulas de realización (simplificación de los planos, inteligente utilización de las elipsis y un guión pulido al máximo), desembocan hacia una vertiente más madura y hierática, a la vez que juegan con un escenario seco y hostil de la Texas de los 80, como pretendida metáfora.
La novedad de esta última obra es la inusualmente seria y preponderante trama – factor que ha podido provocar el retracto de muchos de sus más fieles seguidores-, que, por una vez, está por encima del protagonismo de su tono sardónico.
El resultado final es un film caracterizado por la sobriedad y síntesis de su historia, que guarda más parecido a otras obras menores de otros directores menos carismáticos, y la alejan de su característico corte de identidad coeniano; conjugado inesperadamente por una tímida incursión en un talante nostálgico y decadente que deposita toda su virtud en la ejecución del guión.



Unos intérpretes más que solventes completan este cuadro fílmico, sintiendo casi más preferencia por un campechano Josh Brolin que por el aquí hermético Javier Bardem. Con un cosechado Oscar a la mejor película, podríamos concluir que este film no ofrece el menor desmerecimiento frente a sus oponentes, aunque no alcanza el rango de obra maestra y se queda simplemente en una gran propuesta.

1 comentario:

Tarquin Winot dijo...

Desde la incomprensible elipsis en el motel, la pelicula se convierte en un tostón de órdago, lo que no desmerece a la hora y pico inicial francamente buena.

Coincido contigo en que Josh Brolin brilla más que nuestro oscarizado Bardem. De todos modos, bien por Javier, se lo tiene plenamente merecido