Solo se puede entender como el consecuente remolino suicida, casi inevitable, al que nos dirige un camino sin otra posible opción que su abandono: la adicción a las drogas. El tratamiento videocplipero, subjetivo y surrealista del entramado de las distintas experiencias de los personajes, nos muestra un mismo destino aberrante e irremediable: la autodestrucción.
Un Aranofsky que se regodea en la condenada perdición de los protagonistas y disfruta con la agridulce frustación de los sueños que atesoramos íntimamente más allá de las miserias de la vida. Una inmersión en el diminuto universo personal abocado a un infierno mudo, desamparado e ignorado ante los ojos de la sociedad.
Una película que juega con la delicada mirada de Jennifer Connelly y la asumida y abrasadora soledad de Ellen Burstyn para ponderar y engrandecer el horror de la incompresión individualista y la insolidaridad de la contemporaniedad.
El deslumbrante brillo del falso camino hacia lo deseado.
2 comentarios:
A mi modo de ver, es una de las grandes películas de los últimos tiempos, aunque los esnobs de siempre la defenestraron. Pero pienso que en un fotograma de esta cinta hay más cine que en toda la filmografía de Almodóvar.
La poesía de este fotograma es bestial. Me alegro de no ser la única que lo piense
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